Abro la puerta del templo sagrado,
olores a incienso y azufre quemado,
y cruzo el dintel con paso inseguro,
tiemblan los miedos, está todo oscuro.
Son los fantasmas del viejo pasado
temor de niño, jamás olvidado.
Me habla el silencio, mi paso apresuro
y vuelve a mi mente un viejo conjuro
que libera pronto a ningún pecado,
pues no he cometido acto de perjuro.
En brisa tenue un grito abreviado,
son sentimientos de origen impuro.
Cierro la puerta, soy pájaro alado,
las llamas del sol , serán mi futuro.
Precioso
ResponderEliminar